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Así es trabajar con Windows 365, el "Windows 10 en la nube": lo probamos hasta en un iPad, un móvil Android y una Raspberry Pi

Imagina un puesto de trabajo súper básico. Un equipo muy modesto conectado a un monitor, un ratón y un teclado. Uno que apenas sí daría margen para trabajar con Windows 10... si lo que manejaras fuera una versión "normal" de Windows 10.

A ese equipo en realidad le bastaría contar con soporte para el escritorio remoto de Windows o con un navegador para hacer todo lo que hace un PC mucho más potente. ¿Cómo? Gracias a Windows 365, esa especie de "Windows 10 en streaming" que hace que todo se ejecute desde la nube casi sin que lo notes. En Xataka lo hemos probado estos días, y esta es nuestra experiencia.

Windows 10 con un perfil muy empresarial
Para el usuario de a pie Windows 365 probablemente no tenga demasiado sentido: a cada uno de nosotros nos gusta gestionar y personalizar nuestro sistema operativo e instalar y desinstalar todo lo que nos apetezca. No solemos querer depender de una entidad central que se ocupe de todo, y en esencia cada PC funciona con su propia instalación de Windows 10.

Sin embargo hay un escenario en el que gestionar muchos PCs y muchos usuarios, cada uno de su padre y de su madre, puede ser difícil. Las empresas que trabajan con decenas, cientos o incluso miles de equipos siempre han sido foco importante de Microsoft, y de hecho esa administración de enormes cantidades de equipos siempre ha sido factible.

Sin embargo la empresa ha dado un paso más allá con Windows 365, una especie de 'Windows en la nube' que funciona de forma muy similar a como lo hace el streaming de videojuegos.

El ordenador del usuario no hace casi nada, y es un servidor remoto el que se encarga de casi todo el trabajo de proceso que luego ve el usuario en su pantalla como si lo estuviera realizando su propio equipo. Al igual que uno puede jugar a un videojuego sin ni siquiera instalarlo en su PC, uno puede trabajar con la última versión de Office en Windows 10 sin tener ese sistema operativo en su equipo.

Windows 365 es de hecho agnóstico en cuanto a la forma que accedemos a él. Podemos hacerlo desde un equipo con alguna versión de Windows, desde luego, pero también podemos hacerlo desde un equipo con Linux o macOS: bastará con abrir un navegador compatible con HTML5 (todos los modernos lo son) o, si lo preferimos, un cliente con soporte para protocolo de escritorio remoto de Microsoft.

El funcionamiento de Windows 365 plantea un modelo singular y probablemente atractivo para muchas empresas. Evitan tener que "ensuciarse las manos" con hardware puro, evitan comprar PCs y portátiles que luego tienen que mantener, y disponen de esos equipos "virtuales" en los que todas las aplicaciones y datos quedan siempre disponibles en equipos remotos a los que sus usuarios pueden acceder desde distintas plataformas.

Hay dos grandes grupos de suscripciones en Windows 365, la Business y la Enterprise, y los precios y configuraciones son idénticas en ambas salvo por un factor: los límites de usuarios, de licencias y de gestión de esos equipos. Esos precios varían según la configuración, que en nuestro caso ha sido una relativamente modesta: 2 vCPU, 8 GB de RAM y 128 GB de capacidad en disco. Dicha configuración tendría un coste mensual de 45 dólares al mes.

Todo en marcha en 5 minutos (o menos)
Acceder a Windows 365 es por tanto enormemente sencillo. Nosotros quisimos probar primero con el navegador Microsoft Edge, y tras abrirlo y acceder al sitio web del servicio se nos pidió un usuario y una contraseña que nos proporcionaron en Microsoft para probar el servicio durante 30 días.

Tras introducir esas credenciales —que corresponden a una cuenta con el nombre ('Ashley Schroeder') que no tenemos privilegios para modificar— se muestran "Tus PCs en la nube" ("Your Cloud PCs"). En nuestro caso, una máquina virtual con un procesador dual-core, 8 GB de RAM y 128 GB de capacidad.

Como comentábamos, podemos iniciar directamente ese PC en la nube dentro del navegador —nosotros probamos con Microsoft Edge—, y al hacerlo aparecerá una pequeña ventana de advertencia en el navegador que indica qué recursos de nuestro equipo queremos poder tener accesibles en el equipo remoto: podremos activar o desactivar el portapapeles, la impresora, el micrófono o la transferencia de ficheros para previsualización.

Aún así, en ese mismo panel que se muestra en el navegador antes de iniciar sesión Microsoft destaca que también es posible descargar e instalar el cliente de escritorio remoto (Remote Desktop) que permite trabajar mejor con esa máquina remota.

De hecho la diferencia se ve por ejemplo en la propia resolución del escritorio: cuando lo abrimos en el navegador, el escalado de tipografías y objetos visuales (iconos, menús, etc) no es del todo fino, y todo aparece ligeramente borroso porque la resolución del navegador no suele ser la óptima que permite trabajar como si estuvieramos ante un monitor con una resolución nativa.

Eso cambia al instalar el Escritorio Remoto y acceder a ese PC en la nube desde allí. En el panel de administración de nuestros PCs en la nube no solo aparecen enlaces de descarga a distintos escritorios remotos para Windows, macOS, iOS o Android, sino que además aparece la URL de suscripción, que no es más que una dirección web muy especial que podremos copiar y pegar en el cliente de Escritorio Remoto para acceder a nuestra sesión de Windows 365.

A partir de ahí, trabajar con esa máquina remota es como hacerlo de forma natural con un equipo con Windows 10. Todo funciona básicamente de forma idéntica, y podremos abrir aplicaciones y utilizarlas, descargar datos e incluso reproducir vídeos en YouTube, algo que puede no funcionar muy bien por la latencia añadida en la emisión.

Eso en realidad no importa: la idea de Microsoft con Windows 365 no es desde luego que podamos abrir vídeos de YouTube o jugar a videojuegos —para eso tienen Xbox Game Pass y xCloud—, sino utilizar estos equipos como puestos de trabajo ofimáticos.

Rendimiento decente, sin más (y algo caro)
La potencia de la máquina remota que nosotros hemos podido probar era ciertamente limitada: un rápido test con Geekbench 5 demostró que el rendimiento de esos núcleos virtuales era decente, sin más.

Es difícil compararlo con algo, pero los 786 en la prueba Single Core son más o menos los que obtendríamos con un Core i7-5557U de 2015, mientras que los 947 en Multi Core se aproximan al rendimiento del Intel Core M-5Y10 de finales de 2014.

Microsoft ofrece configuraciones más potentes y solventes (y caras, claro) para estos equipos de trabajo, pero hay que reconocer que funcionalmente la propuesta se comporta de forma correcta.

No es especialmente suave y en algunas ocasiones la carga en el navegador o la apertura de aplicaciones puede retrasarse ligeramente, pero debemos tener en cuenta que estamos trabajando con máquinas remotas, y que las latencias implicadas hacen que la interacción con ellas sea compleja.

Mitos y realidades de trabajar con Windows 10 en un iPad, un smartphone Android o una Raspberry Pi
El funcionamiento de Windows 365 es correcto si uno accede desde un equipo convencional, pero ¿qué pasa con la promesa del streaming en la nube? ¿Qué pasa si quiero ejecutar ese Windows 10 desde otros dispositivos distintos pero que teóricamente deberían ofrecer una experiencia decente?

Esa suele ser la promesa de la nube: que puedes ver, jugar o trabajar desde cualquier dispositivo y en cualquier momento. La realidad, al menos en el caso de Windows 365, es algo distinta, y aquí es importante tener en cuenta que este tipo de sesiones remotas necesitan un equipo de origen más o menos fluido.

Lo comprobamos en nuestras pruebas al tratar de conectarnos a Windows 365 desde un iPad estándar de 10,2 pulgadas, desde un móvil Android (mi Huawei P30 Pro) e incluso desde una Raspberry Pi 3 Model B. ¿Cuáles fueron las conclusiones?

El iPad fue el dispositivo que mejor experiencia ofreció: aunque su pantalla de 10,2 pulgadas no era precisamente óptima para mostrar un escritorio como el de Windows 10 de forma óptima, se podía trabajar sin problemas sobre todo si adoptábamos el formato de aplicaciones a pantalla completa.

Con la Raspberry Pi 3 Model B pudimos comprobar que aunque ciertamente el trabajo importante lo hace el servidor, necesitamos ciertos requisitos también en el dispositivo en el que ejecutamos la experiencia.

Así, el pequeño miniPC se ve limitado por su procesador y memoria RAM, que hacen que el navegador utilizado (Chromium dentro de Raspberry Pi OS) suponga un obstáculo que hace bastante poco recomendable la experiencia de trabajar con Windows 365 en este formato.

Eso fue una pequeña decepción, sobre todo porque uno podría pensar que al final no sería necesario tener un equipo especialmente potente para poder aprovechar ese escritorio remoto que ofrece Microsoft.

En el caso de la Raspberry Pi de hecho intentamos conectarnos con alguna herramienta como Remmina que soporta el escritorio remoto de Windows, pero ni esta ni otras opciones son capaces de dar soporte a los llamados espacios de trabajo o "Workspaces" que son el modo de funcionamiento de Windows 365.

También probamos a conectarnos a nuestro escritorio remoto con un móvil Android. En concreto con un Huawei P30 Pro que se puede conectar a un monitor externo y que dispone del "Modo escritorio" para facilitar un escenario de productividad más similar al que tenemos con sistemas operativos como Windows 10.

En este caso pudimos de nuevo conectarnos con cierta fluidez a Windows 365, pero de nuevo la experiencia no era especialmente fluida. Quizás sea cuestión de pulir el servicio, pero hoy por hoy de los tres dispositivos en los que probamos Windows 365 solo el iPad estándar hacía factible poder trabajar de forma algo decente con este escritorio remoto.

Eso desde luego deja una sensación algo agridulce, y parece claro que para trabajar con este servicio es muy recomendable contar con un equipo que aunque modesto pueda asumir la carga extra que este tipo de conexiones exige tanto al navegador como al cliente de escritorio remoto (si es que disponemos de aplicación cliente para la plataforma desde la que queramos probar).

Windows 365, la opinión de Xataka
Puede que como decimos el servicio no esté aún del todo "fino" y que Microsoft optimice estas conexiones en el futuro —ya lo ha hecho con xCloud, por ejemplo—, pero desde luego esta es una opción que plantea escenarios interesantes sobre todo para las empresas, que es a las que precisamente se orienta la propuetas de los de Redmond.

La teoría es que el servicio erradica la necesidad de equipar a un equipo de trabajadores con hardware propio: la idea es que puedan acceder a un escritorio Windows gestionado por la empresa, pero desde otros dispositivos.

Lo cierto es que esa idea no está tan libre de ataduras, y no nos servirá "cualquier dispositivo" para poder trabajar con solvencia. El propio PC virtual que se ofrece con Windows 365 no es especialmente potente a no ser que paguemos una cuota elevada, pero es que el equipo desde el que accedemos debe tener también —al menos, a juzgar por nuestras pruebas— unas especificaciones que al menos sean modestas.

El iPad no se porta mal, pero no creo que el trabajo del día a día fuera del todo soportable en un escenario con esa tableta como base de la experiencia. La cosa fue aún peor con el P30 Pro (no digamos con la RPi 3) con las que también probamos, y aunque es posible trabajar y usar ese escritorio de forma discreta, su usabilidad pierde muchos enteros si el hardware del anfitrión no es más decente.

En esa experiencia desde luego puede influir la latencia impuesta por las conexiones actuales: que sepamos Windows 365 funciona en servidores en Estados Unidos, y eso introduce también dificultades a la hora de plantear una experiencia fluida.

También es importante entender que la experiencia que se ofrece con Windows 365 es mucho mejor si nos conectamos con el cliente de escritorio remoto, que da acceso mucho más notable al hardware de nuestro equipo (webcam, buena resolución).

Eso hace que Windows 365 sea desde luego una propuesta con un presente algo complicado: ¿no compensa al final comprar un portátil o un PC modesto, que uno amortizará bastante rápido, en lugar de pagar cierta cantidad al mes por Windows 365? A priori la respuesta parece ser clara, y trabajar con un equipo propio tiene de momento más ventajas que las que ofrece la propuesta de Microsoft.

Lo hace al menos para el trabajador como entidad individual: es evidente que para una empresa es interesante gestionar así su "parque informático virtual", pero aún así el coste parece ser elevado a pesar de las ventajas que se puedan obtener de un escenario como el que plantea Microsoft.

Puede que todo esto cambie en el futuro, desde luego, y hay de hecho opciones llamativas para Windows 365, que gracias a su soporte de navegadores modernos podría hacer que lográsemos trabajar y disfrutar de un escritorio de Windows 10 desde otras muchas plataformas —¿una Smart TV? ¿Una PS5 o una Xbox Series X? ¿¿Un coche??—, pero uno acaba preguntándose si esa forma de trabajar tiene hoy en día alguna ventaja evidente sobre la tradicional. De momento eso no queda nada claro.